De esclavo a hijo
“Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”. (Gálatas 4:7)
Conocer a Dios como Papá nos hace entender el perfecto amor que nos motiva a la obediencia, amplía nuestra visión de la Palabra de Dios, nos permite entender el sacrificio de la cruz en toda su dimensión, conocemos mejor a nuestro hermano mayor Jesucristo y podemos ver al Espíritu Santo en un nivel de mayor bendición.
Al recibir a Cristo, dejamos de ser esclavos y pasamos a ser hijos, pero muchas veces al hijo le da por vivir nuevamente como esclavo y todas las antiguas marcas vuelven a aparecer en su vida; es así como volvemos a creer que para ganarnos el favor de nuestro Padre, necesitamos competir con otros, volvernos desconfiados, pelear por pequeñeces y ver a Dios como un amo exigente y no como el Padre de Amor que realmente es.
Si nuestra visión de Papá Dios está nublada, perdemos la alegría y plenitud para alabar al Señor como Él se merece. Sólo el que se siente hijo y experimenta el amor de Papá comprende que la palabra amor, no es símbolo de yugo, y será libre de la mentira de ser esclavo (escasez, desconfianza, miedos).
Vivir la experiencia de disfrutar a Dios como Papá, requiere del ejercicio pleno de la unción del Espíritu Santo, que se manifiesta cuando le permitimos a Él obrar en nuestra vida; fruto de esto, en nosotros van a desaparecer las actitudes equivocadas y comenzamos a desear volvernos cada vez más semejantes a Cristo. ¡Qué privilegio! El entender la verdad de ser hijos de Dios y no esclavos, nos permite ser libres para disfrutar las riquezas y maravillas que Él tiene para cada uno de nosotros.
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