El Diligente prosperara
“El alma del perezoso desea, y nada alcanza; más el alma de los diligentes será prosperada.” (Proverbios 13:4)
Definitivamente Dios siempre premiará con prosperidad la diligencia, la tenacidad, la prontitud y la excelencia que tengamos para realizar todas las cosas. Pero no derramará bendiciones sobre el negligente, el perezoso, el cómodo o el que busca beneficiarse del esfuerzo o del trabajo de otros. Dios es un Padre y jamás nos excusará ni alcahueteará. Además, quiere que lo imitemos y que seamos como Él: personas creativas, productivas, fructíferas. Él mismo nos da ejemplo de trabajo y esfuerzo, pues como dice el Salmo, todo el tiempo vela por nosotros: “No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel” (Salmo 121:3-4)
“El alma del perezoso desea y nada alcanza”. Esta es una de las razones por las cuales, las personas se empobrecen, porque caen en el síndrome de solo desear, pero no hacen nada al respecto para salir de la situación en la cual se encuentran. La prosperidad va de la mano de la diligencia, requiere una actitud victoriosa ante la vida y premia a los proactivos, es decir, a los que no se quedan esperando a que las oportunidades lleguen a su puerta, sino a los que salen a buscarlas.
Bien dice la escritura, “pedid y se os dará; buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; todo aquel que busca, halla y todo aquel que llama se le abrirá” (Lucas 11:9-10). El premio se lo llevan aquellos que se esfuerzan y luchan, los que no se dan por vencidos, los que perseveran y pagan el precio del sacrificio. Es una gran verdad que en toda labor hay fruto, lo cual nos lleva a comprender que si alguien no prospera, es porque no está haciendo las cosas como corresponden.
Gran parte del éxito o del fracaso tiene que ver con la actitud que tengamos hacia la vida. Si tenemos una actitud positiva, esto es, esforzada y valiente, como he dicho anteriormente, tenemos mayores probabilidades de que nos vaya bien, pero si tenemos una actitud negativa, no existe ni la más mínima posibilidad de que nos vaya bien.
Esto me recuerda lo que escribió el sabio Salomón, “cual es el pensamiento del hombre en su corazón, tal es él”. Si pensamos que nos va a ir bien, nos irá bien; pero si nosotros estamos convencidos que nos irá mal, pues así serán los resultados. Si en algo debemos ser diligentes, es en tener una mente y un corazón renovados, es decir, no abrigar pensamientos de derrota, fracaso o frustración.
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