La fuente de mi alegría

“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo”. (Salmo 27:4)

Dios es digno de ser alabado en la hermosura de su santidad. Él nos ofrece ayuda hoy y esperanza para el futuro. La confianza constante en Dios nos alivia y permite que no seamos vencidos por el temor y la soledad. El temor muchas veces nos envuelve y aprisiona dentro de nosotros mismos; esta confianza, debe estar determinada por Su presencia divina, que nos alumbra y libera de temores llenándonos de luz y esperanza.

Jesús dijo ser la Luz del Mundo y al recibirlo como Señor y Salvador nos llenamos de: alegría, esperanza y seguridad de salvación, que disipan la oscuridad de nuestras vidas. Dios es luz y salvación, la fortaleza de nuestra vida. Para disfrutar la luz, hoy, debemos como lo hizo el salmista en el pasado, anhelar habitar en Su presencia todos los días de nuestra vida; pero, no todos los que se dicen cristianos cultivan y practican esta vivencia, dejando así apagar la luz; razón por la cual la angustia y temor pueden envolverlos nuevamente, dejando de disfrutar la vida plena que Dios les tiene preparada.

Muchas personas presentan marcas severas, ocasionadas por traumas de la niñez (destrucción del hogar, abandono paterno, maltratos físicos o sicológicos, etc.), que pueden causar dolor y angustia aún en la edad adulta. Dios brinda la solución, y promete ocupar ese lugar vacío llenando nuestra soledad y desplazar el temor.

Estar en la presencia del Señor todos los días ilumina nuestra vida, llenándonos de alegría, por lo que debemos tener la certeza de que en momentos de apremio, él está listo para ayudarnos y librarnos de la angustia. Para disfrutar de esto, debemos aprender a esperar en Dios, el que así lo hacemos disfrutamos del maravilloso trato a través del cual nos refresca, renueva y enseña. Utilicemos los tiempos de espera en el Señor, para descubrir lo que Él quiere mostrarnos.


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