“Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová”. (Oseas 2: 19-20)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Ezequiel 16: 59-63; Romanos 8:38-39

Dios había escogido a Israel para mostrar sobre este pueblo su gran nombre y su poder, para hacer de ellos una nación de sacerdotes y gente santa. Había preservado su vida, lo había rescatado de los enemigos, lo había fortalecido, lo había puesto sobre todos los pueblos de la tierra y había preparado para ellos, una preciosa tierra, bendita y próspera. Sin embargo, Israel le fue infiel, una y otra vez. Sus hombres despreciaron el conocimiento de Dios y se olvidaron de su ley; se entregaron a la mentira, al homicidio, al hurto, al engaño, a la corrupción y a la injusticia. Y como si fuera poco, volvieron su corazón a ídolos y dioses extraños.

En medio de las funestas consecuencias que vivió el pueblo de Israel fruto de su yerro, recordaron las reconfortantes palabras del Señor, la maravillosa promesa de restauración: “Y te desposaré conmigo para siempre”.

¿Cómo puede un amor albergar tanta capacidad para perdonar, y seguir siendo fiel, a pesar de tanto desamor, de tanto engaño? Ese, es el amor de Dios; nunca cambia, nunca olvida su pacto y sus promesas, nunca deja de ser.

No hay nada más maravilloso que experimentar la infinita manifestación de ese amor que nos seduce y que aun cuando queremos mirar atrás, nos invita: “Vuelve ahora en amistad conmigo”. Papá Dios nos abre sus brazos, ofreciéndonos su regazo para restaurar nuestra vida de las heridas recibidas en nuestros caminos de terquedad. Nos da un amor que no nos reprocha, sino que por el contrario, nos regala siempre nuevas oportunidades.

Ese amor es el que Él le está ofreciendo en este momento. ¿Cómo rechazarlo? Acéptelo ahora mismo. Ríndase ante esa mirada de amor eterno con la que Él le observa, y reciba la seguridad, la protección y provisión que sólo un esposo como Él, le puede dar.

HABLEMOS CON DIOS:
“Gracias te doy Padre en este día, por poder recibir Tu amor y Tu perdón y seguir siendo fiel a pesar de mis inequidades y equivocaciones. Entendemos que nunca nos dejarás ni nos desampararás, comprendemos que has decidido amarnos por encima de cualquier circunstancia y que nos quieres ayudar. Gracias por Tus promesas que nos amparan y siempre se cumplen en el tiempo perfecto. Por lo cual estamos seguros de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.” Amén

Reenvíelo a quienes usted cree que necesita este mensaje, se lo agradecerá.

Mensaje basado en el devocional  "Llamado a la oración Lolita Cruz de Chamorro”.

rc 

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