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TOCANDO A NUESTRA PUERTA
“Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Isaías 9:6-7; Apocalipsis 3:20
Dios llama a todos, a quienes quieran escucharle, pues sus palabras son vida; preciosas verdades que necesitamos escuchar, creer y poner por obra, para que seamos libres; para que podamos sanar; para ser transformados en personas nuevas; para que podamos ser llenos de la vida de Dios, de su amor, de su paz, de su perdón, de su poder.
Aunque muchos no quieren escuchar, Él nunca deja de amarnos, nunca se desanima ante nuestra dureza e indiferencia, nunca se cansa. Hace caso omiso a nuestra sordera, y nos insiste: “Si alguno oye mi voz y abre la puerta”... “Si guardan mis palabras, yo vendré y mi Padre también vendrá a él”
¡Qué hermoso privilegio! Que el mismo Creador del universo y de todo lo que existe, el Rey de Reyes y Señor de Señores, quiera entrar a nuestro humilde y pequeño corazón. No nos debe parecer extraño, si despojándose de toda su majestad y señorío, se hizo un frágil niño para habitar entre los hombres, sujeto a toda debilidad humana, pero sin pecado, escogiendo un lugar tan humilde como un pesebre, para nacer. Pero, ¡así es la dimensión de su amor!
Cuando por fin lo escuchamos, y le dejamos entrar, su Espíritu viene a morar en comunión con nuestro espíritu, y entonces, comienza un proceso de reconstrucción de nuestra vida conforme al modelo perfecto de Dios. Comienza un fluir permanente de salud total, tan intenso, tan eficaz, que cambia nuestro desierto en valle fértil, nuestra tristeza en alegría, nuestro lamento en baile, nuestras debilidades en fortaleza, nuestra escasez en abundancia, nuestra enfermedad en salud. Es entonces, cuando el milagro del amor da su fruto. Es aquí cuando podemos decir que su amor nos conquistó, nos sanó, nos transformó. Su amor rebosa en nuestra vida y se transmite a otros, convirtiéndonos en Agentes de salud, instrumentos para llevar sanidad a otros.
HABLEMOS CON DIOS:
“Padre bueno, gracias yo te doy, porque no merecía el regalo de tu amor, pero ahora, en Jesucristo, lo puedo tener, disfrutar sin medida, y transmitirlo a los demás. Que no se detenga el fluir de salud total, sino que sea yo ese instrumento fiel y limpio para que tu Espíritu pueda seguir tocando a la puerta de muchos corazones que necesitan desesperadamente de tu amor”
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