Fecha: 01-14.16

La fe que sana

“Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía”

PASAJE COMPLEMENTARIO: Isaías 53:1-12; Santiago 5:13-20

¡Qué valiosas son las promesas de Dios! Ellas proporcionan respuestas a todas las posibles necesidades o padecimientos del ser humano. No hay nada que menoscabe más el ánimo, la confianza y la esperanza de toda persona como la enfermedad. Ella nos coloca frente a frente con la impotencia, la transitoriedad y la fragilidad de nuestra vida. Pero es ahí cuando surge la respuesta esperanzadora de Papá Dios. Él ha provisto poderosos recursos espirituales como la oración para levantar nuestra vida, dinamizarla, sanarla y proyectarla a nobles, trascendentales y maravillosos propósitos.

Este fue el caso de la suegra del apóstol Pedro, quien se encontraba en cama agobiada por una fiebre, hasta que llegando el Señor Jesús se enteró de su condición. Con su sola presencia, al toque de su mano, la enfermedad se alejó y ella se sanó. El relato bíblico nos cuenta que la mujer se levantó de su cama y comenzó a atender a Jesús y a sus discípulos. ¡He aquí el impacto del amor de Dios en una vida! Cuánta gratitud, cuánto gozo habría en el corazón de esta mujer, que sin pensarlo, se siente profundamente motivada a dar lo mejor de sí misma, a ser bendición sirviendo. He aquí el impacto del amor de Dios en una vida que necesitaba una mano bondadosa. Cuánta gratitud, cuanto gozo habría en el corazón de esta mujer que sin pensarlo, se siente profundamente motivada a dar lo mejor de sí misma, a ser bendición, a servir. En este momento usted puede pedirle que su mano bendita toque la suya para levantarlo y darle la salud que necesita.

¡Él es la verdadera sanidad!

HABLEMOS CON DIOS

“Mi buen Pastor, enséñame a valorar y a disfrutar los líderes que me preceden en el camino de la fe y a través de los cuales Tú también operas sanidad en mi vida. Que yo también me convierta en un instrumento de sanidad para otros. Que tu Santo Espíritu derrame la fe en mi corazón para ver verdaderos prodigios, señales y milagros a favor de la gente, especialmente aquellos que están enfermos y necesitados”

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