LA VIDA QUE CRECE Y FLORECE

“El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán” (Salmo 92:12-13)

PASAJE COMPLEMENTARIO: Salmo 1:1-6

Las palmeras se conocen por su tronco alto y erguido, su larga vida y su generoso y rico fruto (los dátiles). El cedro del Líbano crece hasta 34 metros de altura y alcanza hasta 9 metros de circunferencia, dándonos idea de su gran solidez, firmeza y fortaleza. Así vive el hombre que de continuo se presenta delante de su Señor para que le sane y le transforme, hasta convertirlo en ser justo, íntegro y de recto proceder, es decir, conforme a su corazón. A este hombre, a esta mujer tratados por Dios, las circunstancias y las adversidades no logran abatirlos. Por el contrario, plantados y arraigados en el fértil terreno de una fe viva en Jesucristo, autor y consumador de la verdadera fe, desarrollan una vida totalmente fructífera. En todas las áreas de sus vidas, en todos los campos en que se desempeñen, en todo lo que emprendan, verán bendición, multiplicación y fructificación; serán fuertes, estables y vigorosos, prósperos y productivos.

Dios es bueno y justo, y es esta la razón por la que Él quiere que también nosotros, sus hijos, lo seamos. Además, Él siempre recompensa generosamente al que lo es. Sin embargo, la justicia no es fruto de un acto de la voluntad humana simplemente. Se requiere un verdadero cambio en la esencia y la naturaleza misma del hombre. La Biblia nos enseña que sólo cuando Cristo viene a morar a nuestra vida, nuestra naturaleza corrupta muere y adquirimos naturaleza divina, capaz de obrar como Dios, capaz de ser como Él.

Construyamos el camino de nuestra propia felicidad y realización, recibiendo a Cristo en el corazón y buscando la presencia de Dios a través de una vida de oración. Permitamos que sus raíces crezcan y se fortalezcan de manera muy profunda, en aquella Palabra fiel y verdadera que nos edifica, nos guía, nos hace justos y nos fortalece para ganar la batalla de la vida.

HABLEMOS CON DIOS

“Padre Dios gracias por permitirnos vivir otro nuevo amanecer, enséñanos a ser felices y a disfrutar de la buena vida que Tú prometes: Enséñanos a producir, a fructificar, a ser una benéfica influencia para nuestras familias y sociedad. Pero, ante todo, haznos seres justos a tus ojos. Que tu Santo Espíritu nos capacite para arraigarnos en tu Palabra, como lo hizo Jesús y tener abundantes frutos de justicia que alegren tu corazón. Bienaventurado el hombre que no anda en consejo de malos, ni esta en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.” Amén.

Reenvíelo a quienes usted cree que necesita este mensaje, se lo agradecerá.

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