UN CORAZÓN TRANSFORMADO POR DIOS

“Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida” (1 Timoteo 1:5)

PASAJE COMPLEMENTARIO: Jeremías 18:3-6; Filipenses 1:6

Amor, corazón limpio, buena conciencia y fe. Con estas cuatro preciosas características, es engalanado el hombre o la mujer que reconoce que el mandamiento de Dios no es otra cosa que su amor y su profundo anhelo de que seamos felices. ¿Por qué otra razón nuestro Padre celestial se tomaría el trabajo de dar al pueblo de Israel estos preceptos escritos por su propio dedo?, ¿acaso no dice la Biblia que su propósito era que llegaran a ser un pueblo especial, sabio y entendido más que todos en la tierra? O, ¿de qué otra manera podemos entender que el mismo Dios, a través de su Hijo, haya venido a cumplir la ley para demostrarnos la pureza y la benevolencia que ella encierra?

Aceptar la perfecta voluntad de Dios, expresada en sus mandamientos, nos permite recibir el tratamiento necesario para experimentar salud total. Es un proceso que se lleva a cabo durante toda nuestra vida, y que debemos estar dispuestos a recorrer, pues es su Palabra la que puede liberarnos de nuestra antigua manera de ser para llevarnos a experimentar la vida con victoria y poder.

Dios se ha trazado un objetivo con nosotros. Así como un alfarero talla, moldea y afina con toda dedicación y amor la obra de sus manos, nuestro Padre también nos ama y desea que seamos hijos excelentes. Por eso, con su amor que excede todo conocimiento, y con la sabiduría de un extraordinario alfarero, completa día a día su obra en nosotros, a medida que amamos sus mandamientos y los aplicamos a todos los aspectos de nuestra vida. Entonces podemos decir junto con el salmista: “Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de Jehová. Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan; pues no hacen iniquidad los que andan en sus camino” (Salmo 119:1-3).

HABLEMOS CON DIOS

Señor, hago esta oración con todo mi corazón, pidiéndote que sigas haciendo tu obra en mí. Haz el tratamiento que mi corazón necesita, me dispongo para ello, rogando al Espíritu Santo que me ayude a interceder ante mi Padre Celestial. Amén.”

 

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