Devocional Marzo 19

LA SABIDURÍA QUE VIENE DE DIOS

“Y dijo Dios a Salomón: Por cuanto hubo esto en tu corazón, y no pediste riquezas, bienes o gloria, ni la vida de los que te quieren mal, ni pediste muchos días, sino que has pedido para ti sabiduría y ciencia para gobernar a mi pueblo, sobre el cual te he puesto por rey, sabiduría y ciencia te son dadas; y también te daré riquezas, bienes y gloria, como nunca tuvieron los reyes que han sido antes de ti, ni tendrán los que vengan después de ti.” (2 Crónicas 1: 11-12)

PASAJE COMPLEMENTARIO: 2 Crónicas 1:1-13; Santiago 1:5-7

Salomón tuvo una extraordinaria oportunidad para pedir todo lo que una persona desea: riquezas, honra, salud, poder, etc. Dios le estaba ofreciendo lo que él quisiera, pero tal como había sido instruido por su padre David, Salomón prefirió ser sabio e inteligente, a ser rico y poderoso. Es muy interesante saber que la sabiduría le llevó a ser famoso, próspero y muy rico.

Pero, qué notable diferencia hay entre la oración de Salomón y la de muchos hombres y mujeres que buscan desesperadamente el éxito y la fama, sin importar el método que tengan que utilizar para lograrlo.

En el transcurso de mi vida y de mi ministerio, he conocido muchos casos de personas que han sacrificado familia, amigos, salud, bienestar, etc., con tal de alcanzar objetivos que, casi siempre, son sólo materiales y pasajeros. Lo que la gran mayoría no comprende es que hay dos maneras de lograr las cosas: Como resultado de nuestro esfuerzo propio o como fruto de la bendición de Dios sobre nuestra vida. En el primer caso, los resultados del hombre se caracterizan porque son escasos, dificultosos, transitorios y muchas veces, el precio que hay que pagar por ellos es la angustia, la ansiedad y el estrés. Mientras que los frutos que Dios nos permite obtener, son todo lo contrario: Generosos, abundantes, seguros y permanentes. Además, nos dejan siempre profundas satisfacciones. El Señor Jesucristo lo reitera con las siguientes palabras: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5)

Ahora bien, el relato bíblico nos enseña que Salomón pedía sabiduría en razón a que Dios le había delegado dirigir una nación, porque sabía la enorme responsabilidad que esto implicaba y a cuánta gente afectarían sus acciones y decisiones. Hoy podemos decir que al igual que a Salomón, Dios nos ha entregado un pueblo, unos hijos, una familia, un trabajo por los cuales orar fervientemente pidiendo lo único posible para serles de gran bendición: sabiduría.

Le invito a meditar en la labor que Dios le ha delegado. Si lo ha hecho a su manera, reconozca sus errores y pida perdón. Esté dispuesto a seguir el ejemplo que nos dejó el rey más sabio y famoso que ha existido y existirá.

HABLEMOS CON DIOS

“Amado Señor, hoy entiendo que mi única necesidad eres Tú. No importa lo que tenga en frente, lo complicada de la situación, lo compleja de la tarea, lo imposible que parezca el desafío, si te tengo a ti, lo tengo todo; si cuento con tu sabiduría, lo sabré todo; si me apoyo en tu fortaleza, lo podré todo, Amén”. 


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